¿por qué con post-its?

Pedro trabaja en un espacio audiovisual y de vez en cuando me cuenta de los proyectos que tienen. Su última campaña fue para una universidad local que se quiere posicionar como innovadora y desafiante del status quo — como todas. Investigando sobre cómo aterrizar esta visión para vendersela al joven de hoy, encontró un artefacto curioso: el post-it. “¿Por qué con post-its?” Me pregunta. “¿Qué tanto escriben ahí?” Para la toma del comercial, los post-its no tuvieron mucho protagonismo. Yo, por supuesto, indignada.

Bárbara trabaja en un diario digital. Le apasiona encontrarle los porqués a los asuntos. Pregunta bien, redacta mejor y no cree en caer bien por compromiso. Un día Bárbara me preguntó qué pasaría si prohiben los post-its en el mundo, o si 3M se ve envuelto en un escándalo de acoso sexual como esos que priman en las noticias. ¿Qué pasa si la empresa quiebra? ¿La falta de adhesivos coloridos mandaría la innovación a la porra? Bueno, le respondí yo en el momento, definitivamente estaríamos en una crisis.

Antes de arrancar a justificar este enamoramiento adhesivo, examinemos la anatomía del mismo. El post-it es un artefacto cuadrado, colorido y robusto cuando está en grupo pero solitario una vez que lo separas de su cluster. Es resistente al tiempo pero no dura para siempre. Y, por un simple tema de espacio, alberga una idea a la vez. En un mundo donde las ideas son gratis pero la ejecución de las mismas es costoso, no hay nada más estratégico que poder moderarlas. Al final por eso les damos post-its, queridos Stakeholders, para que no se vayan en floro.

Comparo esta estrategia de “moderación de contenido” con lo que se conoce como el Elevator Pitch. Si necesitas más tiempo que lo que te toma compartir un ride de ascensor con alguien para explicar una idea, estás en nada. El post-it es igual, te ayuda a destilar tu cerebro y a plasmar solo lo importante de la forma más directa posible. Quizás si Socrates, Freud y Marx hubiesen tenido post-its a su disposición, hoy la gente sería menos ansiosa y más educada. Si además, los post-its vinieran con un filtro de criterio, el mundo como lo conocemos no existiría. Pero eso es para conversarlo tomando chelas.

Pasemos a su segunda cualidad, la de ser adhesivo. La adhesividad del post-it por naturaleza nos permite pegarlo en cualquier lugar y junto a cualquier cosa. Me imagino que esa fue la propuesta de valor inicial con la que empezó 3M. Un post-it para dejar “recados”, un post-it para no olvidarte de recoger tu vestido de la lavandería. El post-it ha tenido un absoluto comeback, si nos ponemos a pensar. Nació para hacerte acordar de cosas mundanas y ahora se usa (o se debería usar) para tomar decisiones estratégicas sobre el futuro de los negocios. Pobre papelillo, a veces pienso que es mucha responsabilidad para una sola lámina adhesiva. ¿O será que no?

Pero no nos olvidemos que el post-it tiene una tercera y mágica cualidad. Su adhesividad también los permite juntarlos, sobretodo cuando lo que está escrito en ellos está diciendo lo mismo. La creatividad humana hace que discutamos dos conceptos como si fuesen opuestos cuando se refieren a esencialmente lo mismo. En las empresas y entre los Stakeholders que usualmente participan de estas dinámicas, ningún aporte está tan divorciado del otro como parece inicialmente. La diferencia está en la manera de decirlo. Ahí es donde el criterio del moderador, empapado de sentido común, prima. Qué fácil, pensarán ustedes. Me temo que si el sentido común no es el más común de los sentidos.

Mi parte favorita de la dinámica es cuando viene el post-it grande y largo que resume los post-its bebitos que tiene abajo — cuando separamos la retórica de la información. Creo que esto es porque estudié Literatura en una universidad socialista y le tengo un especial respeto a la gente que sabe hablar en simple. En mis clases, examinábamos de cerca textos que se habían ahogado en palabras para decir cosas esencialmente fáciles: amor o miedo. Ya no hay tiempo para sentir nada más. La vida se vuelve tan más fácil de digerir cuando nacen los post-its papás en las dinámicas. Yo, sinceramente, suelo soltar lisuras cuando me fluyen.

Los post-its también proveen documentación, asistencia y accountability. Es tu letra en ese post-it, nadie la podrá falsificar. El color del post-it que escribes te da responsabilidad entera de cuanto aportaste en esa conversación y cuando te mantuviste callado. Si pones muchas palabras y al resto de los asistentes de la dinámica les cuesta entender a lo que te refieres, vives a primera mano la experiencia que siente un usuario cuando le entregan comunicación que no entiende. Empatía. Te ves expuesto a tener que refrasear tus ideas para luego compartirlas. Hablando se entiende la gente, sí. Pero si puede quedar archivado en papelitos de colores para la posteridad, mejor.

Recuerdo la primera vez que asistí a una dinámica con post-its. Fue en la casita más cozy de Miraflores. Es más, ahora que lo recuerdo, ni siquiera fue con adhesivos multicolor. La dinámica se centraba en utilizar Legos para que los asistentes, o Stakeholders, plasmen sus visiones para el rediseño de cajeros automáticos. Recuerdo mi relación con los Legos de niña y como esa versión inocente de la creatividad contrastaba por completo con el tipo de decisiones que yo esperaba que se tomen en ese taller. Me parecía rarísimo. ¿Como pasas de plasmar ideas en PowerPoints y papeles anillados a plasmarlas con Legos? Mi tesis nomás tenía cuarenta páginas con interlineado 1.5. Era y se sentía sumamente tediosa y oficial. Lo tedioso tiene su charm, tienen que admitirlo.

Una vez acabada la dinámica, había algo que no me convencía. Para mi lado más escéptico, el proceso no había sido lo suficientemente difícil. Ahora, habiendo pasado un año desde ese momento, me pregunto con mi franqueza de siempre ¿Quién se tuvo que inventar que trabajar tenía que ser difícil y tedioso? Y sobretodo, ¿Por qué? Considerando que veo más a mis compañeros de trabajo de lo que veo a mis papas, lo menos que podríamos tratar de lograr como seres humanos es que chambear sea rico, ¿no?

Hay un aire ridículamente facilista y democrático en las dinámicas grupales, sea cual sea el artefacto en cuestión: Legos o post-its. Y creo que la relación con lo infantil no es casualidad. Esta materialidad inocente logra que las personas se separen de las ideas que se discuten. Cuando la opinión no la dice Gerente sino que la escribe en un papel de color rosado o la construye con los mismos bloques que le regala a su hijo, los temas cobran vida propia. Se discuten ideas, no ideas de personas. De pronto todos estamos en el mismo plano, niños y grandes a la vez, corbatas y jeans, Millenials y Baby Boomers. Las ideas ya no le pertenecen a nadie sino que son de todos. Es más, diría yo que las ideas son del post-it que las alberga. Los responsables de ejecutarlas somos todos los asistentes.

Lo que confunde a muchísimos asistentes a estas dinámicas es que trabajas como jugando — que la toma de decisiones está tan finamente hilada al juego que no la sufres para nada. En mi experiencia, que este sea un proceso lúdico no tiene nada que ver con que los temas que se discuten lo sean. Es más, la flexibilidad del método no le quita que quienes las plantean no sean completamente responsables de los resultados que estas generan. De pronto, son hasta más responsables porque ya no existe la persona a quién culpar si algo sale mal. Al compartir el proceso, también compartimos la responsabilidad. No estamos jugando, aunque parezca.

Gonzalo trabaja conmigo en un espacio poco convencional. En el proceso nos hemos topado con la comunidad innovadora de este mundo y sabemos que después de las seis y las fines de semana, el tema nos da flojera. Una vez, caminando por la calle, vimos de lejos las luces prendidas en el tercer piso de un edificio. De pronto, nos dimos cuenta que en las ventanas habían los clásicos cuadraditos de colores. Era muy tarde para estar tomando ese tipo de decisiones. ”Mira,” le dije dotada del sarcasmo que me caracteriza. ‘’En ese cuarto hay gente innovando”.“¡Qué flojera!” me respondió él.

NOTE FROM THE AUTHOR (2023)

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